El poema de Mío Çid es un cantar de gesta del que se desconoce la obra original. Lo conocemos por una copia hecha en 1207 por Per Abbat, pero debió ser compuesto hacia 1140.
El autor es desconocido, pero Ramón Menéndez Pidal mantiene la hipótesis de que hubo dos autores. Uno es un poeta de San Esteban de Gormaz a quien le corresponde el plan total de la obra y el cantar del destierro íntegro, y el segundo es un poeta de Medinaceli, quien sería responsable de las alteraciones en el cantar de las bodas y en la afrenta de Corpes, como también de las referencias a Medinaceli y el relieve de los infantes de Carrión y el Cid.
Puede dividirse en tres cantares (Cantar del destierro, cantar de las bodas de las hijas del Cid y el cantar de la afrenta de Corpes) y consta de 3730 versos irregulares –le falta la hoja del principio y dos en el interior-, cuya extensión oscila entre las 10 y 20 sílabas.
Los versos se dividen en dos hemistiquios de desigual número de sílabas y se agrupan en series de distinta extensión. Los mismos tienen rima asonante que comprende desde series de 4 hasta de 100 versos.
Se puede observar procedimientos de transición propios de su carácter oral:
“D`iffates de Carrión yo os quiero contar” (tirada 101, v. 1879)
“Quiérovos dezir del que en buena cinxo espada” (tirada 49, v899)
Asimismo, es notoria la presencia de pleonasmos -no recomendados por las retóricas clásicas- para realzar la humanidad de los caballeros, los cuales podrían deberse a un público no letrado (Mallorquí Ruscalleda, 2001):
“De los ojos tan fuertemientre llorando” (tirada 1, v. 1)
“Sonrisós de la boca Álvar Fáñez Minaya:” (tirada 84, v. 1527)
El protagonista
A lo largo de la obra se puede notar que la configuración del protagonista supera la rigidez heroica de la poesía primitiva como lo plantea Enric Mallorquí Ruscalleda (2001). Esta configuración se da con la elevación a carácter de héroe del protagonista por medio de aposiciones explicativas tales como “Ya Campeador, en buena cinxiestes espada!” (tirada 4, v. 41); su humanización a través del amor a su familia, el dolor que le produce el destierro y la alegría expresada en los triunfos bélicos; las virtudes feudales de lealtad y respeto a la palabra dada visto en la liberación del conde de Barcelona; y la mesura manifestada en situaciones límites como en su destierro, donde responsabiliza a sus “enemigos malos” y nunca al rey, o en la despedida a Minaya después del triunfo de Alcocer, donde el héroe atribuye el éxito no a su capacidad guerrera, sino al auxilio de Dios (tirada 43, v. 831).
En cuanto a sus rasgos físicos, Ruscalleda afirma que son desconocidos, pues la mención de la barba, los ojos o las manos tendría un sentido traslaticio. Sin embargo, en la serie 76 comprobamos que la mención de la barba es una descripción física, puesto que el Cid “por amor del rey Alffonso, que de tierra me ha echado / nin entrarié en ella tigera, ni un pelo non avrié tajado / e que fablasen desto moros e cristianos” (1240-1242); y más adelante, en la serie 137, leemos que ata la misma con un cordón para asistir a la corte, donde es motivo de discusión con García Ordoñez.
Por fuera de la descripción de la barba no existe mención de otro rasgo físico. Sin embargo, el poeta es determinante en la apreciación del aspecto del héroe al afirmar su apariencia varonil (v. 3125: “en sos aguisamientos bien semeja varón”) y elegante modo de vestir en su preparación en San Servando para ir a la corte.
Aspecto político de la obra
Por otro lado, en el poema puede observarse un aspecto político. Como lo marca Claudio Sánchez Albornoz (Literatura y sociedad en la Castilla medieval, 1979: 26-31), el mismo puede notarse en el rencor contra la alta aristocracia, la admiración hacia los infanzones y caballeros, en cierta hostilidad al rey y en el odio a los judíos.
Nilda Guglielmi (1967: 43-65) expone que el estamento aristócrata no era socialmente homogéneo en el siglo XI, y, en el marco de un particular fenómeno de ascenso social en León y Castilla por medio de la conquista de tierras y del botín de guerra, se produce una movilidad interna en la aristocracia.
El conde García Ordóñez y los Infantes de Carrión, Diego y Fernando, representan la alta aristocracia a quien le disgustaba esta movilidad dentro del estamento. Su sentimiento de supremacía natural a la de los infanzones se menciona de modo directo en la corte:
“Los de Carrión son de natura tan alta
non gelas devién querer sus fijas por barraganas” (tirada 140, vv. 3275-3276)
“deviemos casar con fijas de reyes e de emperadores
ca non perteneçien fijas de infançones” (tirada 131, vv. 3297-3298)
La posición política del poeta es expresada en la adulación del protagonista y sus vasallos por medio de epítetos, sinonimia, hipérboles, y comparaciones o contrastes entre las actitudes del Cid, infanzón, y los nobles, sujetos de los elementos satíricos de la obra:
“Pagós mio Çid, el campeador conplido” (tirada 5, v. 69). Epíteto / aposición explicativa
“A todos les dio en Valençia el Campeador contado” (tirada 76, v. 1246). Sinonimia
“¡Qué priessa va en los moros! E tornáronse a armar;
Ante roído de atanores la tierra querié quebrar” (tirada 34, vv. 695-696). Hipérbole que engrandece la ferocidad de las tropas del Cid (Belicosidad del protagonista)
“¿Do sodes, caboso? Venid acá, Minaya;
De lo que a vos cadió vos non gradeçedes nada;
Desta mi quinta, dígovos sin falta,
Prended lo que quisiéredes, lo otro remanga.” (Tirada 96, Vv. 1804-1807) Benevolencia del Cid
La graciosa negativa a comer del conde de Barcelona y la promesa cumplida del infante “que jamás cometió una traición” (v. 1081); la tirada 112, en la que por la aparición del león se demuestra la cobardía de los infantes y la valentía del Cid; y el contraste entre el elegante vestir del Campeador en la corte y el “manto armiño e un brial arrastrando” de Asur González (tirada 147, v. 3374) son algunos de los elementos satíricos que ponen de manifiesto la intencionalidad política del poeta.
El odio a los judíos es plasmado de manera similar, convirtiendo a Raquel y Vidas en objetos de sátira con la estafa del Cid que pretende causar gracia y no indignación. Como plantea Guglielmi, en el humor está implícita una sanción a lo que los cristianos de la época consideran una usura –el enriquecimiento por medio del cobro de intereses a lo prestado-.
Por último, la hostilidad al rey, es la postura más solapada de la obra, pero puede observarse al menos en dos antítesis que el poeta pone en las voces de los burgaleses y del mismo rey:
“Dios, qué buen vasallo, si oviesen buen señore!” (tirada 3, v. 20)
“Yo eché de la tierra al buen Campeador,
E faziendo yo el mal, e él a mi grand pro” (tirada 102, vv. 1890-1891)
La comparación entre las virtudes del Cid y el accionar del rey expresa un sentimiento de injusticia respecto a la ira regia, pues esta hostilidad es superada gradualmente, aún más cuando el poeta realiza la segunda irrupción importante de la historicidad del cantar –la primera son las bodas- con la convocatoria de una corte “por amor de mio Çid” (v. 2971).
Pero también es posible una lectura más de este contraste entre las virtudes de Ruy Díaz de Vivar y el juicio al rey teniendo en cuenta el contexto social. Retomando el análisis de Gluglielmi podemos ver que el rey Alfonso VI que presenta el cantar, errado -en el destierro del Cid y en el casamiento de las hijas de éste- y superado en éxitos por el infanzón, puede representar al Alfonso VI que va de fracaso en fracaso contra los almorávides a partir de la derrota de Zalaca de 1086. Él héroe, por su parte, representa al mismo personaje histórico, invicto en el campo de batalla, con una gran capacidad de caudillaje –la moral inquebrantable de sus vasallos también conocida por todos-, temido por sus contendientes en la guerra, y benevolente señor de Valencia.
Podría ser señor de sí mismo, el líder que necesitaba la aristocracia para sostener su institucionalidad, pero el poeta prefiere fortalecer la idea de obediencia a su “señor natural”, un tanto lejana a la del personaje histórico que luchó tanto para cristianos como para moros, según su interés personal.
La ideología del poeta no termina ahí si no que se expresa también en el carácter vehementemente religioso de la obra, en la cual el héroe predica su fe en Dios en cada exclamación posible.
Las mujeres cristianas del poema, como familiares del Cid, también son un modelo femenino. Encerradas en monasterios durante la ausencia del hombre, sin intervenciones que develen alguna reflexión propia, enaltecen la humanidad del héroe y funcionan como objeto del argumento para la honra, deshonra y el ascenso social del protagonista.
Historicidad y realismo
En cuanto a la historicidad y realismo del cantar conviene partir del análisis de Menéndez Pidal, quien destaca esta característica del poema, salvando algunas excepciones, como el cambio de nombres de las hijas del Cid –no se llamarían Elvira y Sol, sino Cristina y María- y sus bodas, los personajes musulmanes –solo Yúcef de Marruecos es un personaje real: Yúsuf ben Texufin-, y adiciones novelescas como las apariciones del ángel Gabriel y del león. La exactitud geográfica y topográfica en el camino de Burgos a Valencia y en zonas próximas a Medinaceli son las más perceptibles.